La capacidad de la empresa de sobrevivir al tiempo está en el corazón de los debates actuales sobre sostenibilidad de los negocios, ¿verdad?

Sí. Pero no es un atributo fácil de desarrollar. Depende de la capacidad de adaptarse a las condiciones siempre cambiantes del mercado y de las demandas de los consumidores (reteniendo o ampliando la capacidad competitiva). Tiene que ver también con garantizar la duración de los activos. Requiere la creación de alianzas, internas y externas, que aumenten la motivación de las personas para resolver problemas.

Todos estos factores aumentan la complejidad de la gestión, del proceso de decisión y, en consecuencia, dificultan brutalmente el establecimiento de indicadores que nos lleven a responder a dos preguntas fundamentales: ¿Estamos invirtiendo en las cosas correctas? ¿Estamos descuidando cosas que nos ponen en riesgo en el futuro?